Por Juan Carlos Dall'Occhio
Hay un lugar que no esperaba conocer. Del otro lado del Ecuador, de ese trazo imaginario y eurocentrista, existe un pueblo de gente amable. Un región histórica como pocas, tal vez, ubicada al noroeste sobre una península. Dato duro: 25.000 km² de superficie y, como no podía se de otra manera, gran longitud de costas. Aunque poco elevado, el relieve está por todas partes y es muy marcado en las zonas rocosas, y más suave en las zonas limosas del este y del sur.
Clima: oceánico, con débiles diferencias de temperaturas entre verano e invierno. Pueblo de agricultores y pequeñas industrias agroalimentarias.
Según su gente, la música es hoy el aspecto más visible de su cultura gracias al trabajo y a la creatividad de los artistas y a la diversidad de los festivales (el más popular: fest-noz). Puedo dar fe que realmente son amantes de la música y lo pregonan por donde circulen -¡ah! también son gente que viaja, hasta argentina incluso... llegan de a miles cada año-.
Uno de ellos, Juancito lo apodé, ama la cultura argentina. No se cansa de repetir el “che boludo” y tararear tangos. Aunque junto a su hermana, Cécile, sólo cantan folclore de su tierra. Otro de ellos, Felipe, juega muy bien al fútbol; lo lleva en la sangre, como yo. También le fascina ir a la cancha y hasta me pidió ir a ver a Tigre en su próxima visita a Buenos Aires (por supuesto que acepté con agrado).
Tal vez la decisión más sabia sea redescubrir esas tierras algún día. Viajar allí por segunda vez, pero esta personalmente: ir a sus casas, compartir otra merienda, un libro, un fútbol.
Sí, ir ahí, a ese lugar que ellos me llevaron con su mirada, que me llevaron con sus palabras, gestos. Que me llevaron con sus canciones, con sus risas y con el silencio; cuando estuvimos juntos en Ecuador (creo que fue en Atacame).
Algún día voy a volver a Bretaña, a la Bretaña azul, la del mar, inspiración para los artistas, donde la luz es hermosa, los cabos vertiginosos, unión de tierra y mar, “donde las calas se pintan de rosado, gris y malvas”. Capáz que después de ahí me voy para París o a Marsella, no sé, ya veré...
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