11.2.09

La Principita

Una vez cuando tenía seis años, vi en un libro que se llamaba “Historias vividas”, un magnífico dibujo sobre la selva virgen. Representaba a una boa tragándose a una fiera. He aquí la copia del dibujo.
El libro decía: “Las boas se tragan a sus presas enteras, sin masticarlas, y como luego no pueden moverse, se hechan a dormir durante los seis meses que dura su digestión”.
Me puse entonces a pensar en las aventuras de la selva y con un lápiz de color logré trazar mi primer dibujo. Mi dibujo número 1. Era así:






Mostré mi obra maestra a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo.
Me contestaron: “¿Por qué habría de dar miedo un sombrero?”
Pero mi dibujo no representaba ningún sombrero. Representaba a una boa que digería un elefante. Tuve que dibujar el interior de la boa, para que las personas mayores pudieran entender. Siempre hay que explicarles todo. Mi dibujo número 2 era así:







Las personas mayores me aconsejaron que dejara a un lado los dibujos de boas abiertas o boas cerradas y que mejor me dedicara a la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. Fue así como, a la edad de seis años, abandoné una magnífica carrera de pintor. El fracaso de mi dibujo número 1 y de mi dibujo número 2 me desanimó. Las personas mayores nunca entienden nada por sí mismas y es aburrido para los niños tener que explicarles siempre todo.
Tuve entonces que escoger otro oficio y aprendí a pilotear aviones. Volé un poco por todo el mundo. Es cierto que la geografía me fue muy útil; podía, de un vistazo, distinguir Arizona de China. Sirve de mucho si uno se pierde de noche.






Fue así como, a lo largo de mi vida, encontré cantidad de gente importante. Conviví mucho con personas mayores, las conozco muy de cerca. Mi opinión sobre ellas no ha mejorado mucho.
Cuando encontraba alguna que me parecía inteligente, volvía a intentar la experiencia de mi dibujo número 1, el que siempre he conservado. Quería saber si lo comprendían. Pero su respuesta era siempre la misma: “es un sombrero”. Entonces ya no le hablaba yo ni de boas, ni de selvas vírgenes, ni de estrellas. Me ponía a su altura. Le hablaba de bridge, de golf, de política y de corbatas. Y la persona mayor se quedaba muy satisfecha por haber conocido a un hombre tan razonable.


*Fotos: Dani, de Piura.
*Foto: Lectura en voz alta en Cuenca.

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