Por Juan Carlos Dall'Occhio
-¿Acaso sabe usted quiénes fueron los primeros hombres del mundo en navegar?- desafió Raúl, fumando, con la voz ronca y luciendo inclinado el pecho peludo que escapaba de su camisa desabrochada.
Juan Ramírez enarcó las cejas y arriesgó- mire señor, no creo que esa información esté confirmada por los historiadores, pero probablemente hayan sido los pobladores de alguna isla importante como el Japón o Gran Bretaña, cuyas marina mercante se desarrollaron precozmente en busca de nuevas especias-.
El comedero de la Chula se inmiscuyó en un silencio de montaña, Juan Ramírez y Raúl, dos grandes rivales de Nasca, volvían a encontrarse en una acalorada discusión.
Una vez, luego de una larga querella entre estos dos hombres sobre las diferencias entre la tela de llama y de alpaca, Nasca entero terminó a los sillazos y chicharronazos por las calles: “El hecho trascendió hasta el Perú 21, prestigioso diario local, que publicó una nota de 500 caracteres en una esquinita de la sección de Sociales porque por esa fecha celebrábamos la fiesta de la Huaca”, nos relató un pueblerino. Aunque el aporte fue notablemente exagerado, las discusiones entre Juan Ramírez y Raúl, se sabe, suelen ser caldeadas y dividen a aguas entre nasqueños.
-ya, ya, ya- prosiguió Raúl burlón estirando la letra “a” exageradamente -esas son patrañas, tus conocimientos sólo entienden los límite que te han permitido en la escuelita- finalizó la frase acercando sus rostro al de Juan Ramírez, que le sonrió falsamente. Raúl siempre envidió a su rival por haber terminado los estudios para Guía de Turismo en la Universidad de San Martín en Lima.
-Los vikingos mi amigo bello- prosiguió Raúl con aire pedante y levantando la frente para que todos notaran su victoria -los vikingos fueron los primeros navegantes. Y además estas Líneas no las hicieron ni los Nascas, ni los Incas y mucho menos los Mochicas, estas líneas las hicieron los extraterrestres. Ahora, es cierto que la cultura peruana es la mejor y la más desarrollada del mundo a pesar de haber sido desbastada por las conquistas- el hombre golpeaba el dedo índice sobre la mesa ante cada afirmación y utilizaba un vocabulario forzadamente culto para impresionar a los presentes.
-Aaah- argulló Juan Ramírez -ahorita mismo me vienes con lo de las Líneas. Un borracho fracasado como tu desafía a la ciencia, la prestigiosa ciencia, que lleva décadas... perdón... siglos estudiando a las sociedades precolombinas sosteniendo que...- larga una risita falsa y giró la mirada hacia el auditorio interpelándolo - ...los extraterrestres, seres de otro planeta, aterrizaron aquí, en el mismo desierto de Nasca para hacer las imponentes Líneas. Por favor señor no nos chacoteé-.
La expresión de Raúl mutó a la de un simio furioso a quién le acaban de quitar el alimento, se levantó de un salto de la silla y estiró su garra derecha contra el cuello de Juan Ramírez, quien todavía nos miraba triunfante. Su compadre, Víctor, lo agarró del antebrazo. Fue ahí cuando mi compañero decidió intervenir...
Pero primero, para llegar hasta ese momento, con el Bocha habíamos arribado a Lima por la mañana y, caos urbano mediante, tomamos un bus sobre Javier Prado y Panamericana que nos llevó por la carretera costera hasta Ica, capital de su homónimo departamento. En el bus conocimos a un simpático iqueño que al bajar nos aconsejó tomar otro hasta Nasca, pequeño pueblo a 100 kilómetros de la capital, -mi 'ijo, es una alternativa más económica y próxima a la ciudad de Cusco- lugar donde nos vamos a encontrar con otros dos compañeros que vienen de Bolivia, -tómenlo pues- sentenció.
Nasca tiene una de las culturas más antiguas del Perú. Según Raúl, los mejores en textilería: “En un centímetro cuadrado conviven 200 hilos”. La ciudadela se encuentra a 420 kilómetros de Lima y a 30 minutos de las playas del pacífico “a las que sólo concurre la gente más pituca”, agregó el iqueño del bus.
El principal atractivo de Nasca, según el manual del buen turista, son sus Líneas: unos inmensos dibujos trazados en el desierto de piedras negras que al separarlas desnudan la blancura de la arena peruana que al calor del sol se asientan sobre la superficie. Los dibujos, de prolijidad algorítmica, sólo pueden ser vistos en su totalidad desde el aire y para ello la alcaldía montó un pequeño aeropuerto desde donde salen avionetas. La excursión cuesta 60 dólares americanos, pero como debemos evitar grandes gastos para el resto de los meses de viaje vimos algunas figuras desde una pequeña sierra. Tal vez por el cansancio del vuelo las Líneas de Nasca no obtuvieron nuestra admiración.
Ya por la tarde, regresamos al pueblo para comer algo. Una muchacha nos recomendó probar la Causa en el comedero de la Chula, una especie de pastel a base de papa pisada, mezclada con ají amarillo, limón y aceite. Allí nos dirigimos.
Todavía intrigados por las Líneas, le preguntamos al señor de la mesa del al lado si sabía su significado -Claro amigo, soy guía turístico y nasqueño, cómo no lo voy a saber. El nombre del pueblo, Nasca, viene de “nanasca” que en quechua significa “sufrimiento”. Este nombre fue acuñado por la población originaria de estas tierras aconsejados por su Chamán, a quien los Dioses le encomendaron que debían vivir en constante sufrimiento para mostrar su lealtad... el hostil clima del desierto fue el marco ideal para cumplir con su mandato, y allí los Nascas trabajaron de sol a sol soportando temperaturas de más de 40 grados dibujando las Líneas en el árido desierto como ofrenda a los dioses-.
Como les decía, en ese momento mi amigo pidió moción y argumentó -Ambos tienen razón. Juan Ramírez al decir que eran ofrendas para los Dioses, y Raúl que las Líneas son un arte propio de seres extraterrestres: ambas teorías implican necesariamente involucrar a seres sobrenaturales... para eso nos sirven los mitos, como posibilidades, ficciones, mezcla de teorías; lo que resta es interpretación y esta bien que haya varias sobre un mismo objeto-. Por segunda vez el comedero de la Chula enmudeció, expectante. El Bocha y yo miramos atónitos a los presentes y sonreímos por la reacción, hasta que un joven, flaquito y encorbado, gritó desde la puerta: “Pero los extraterrestres no nos protegen, los dioses sí”, "tiene razón", se le sumó una señora. Y estalló nuevamente la discusión como si nada hubiese sucedido.
Devolvimos los platos a la Chula en medio del griterío y le agradecimos por su excelente Causa. Despedimos como pudimos a nuestros compañeros de cena para ir a dormir, mañana salimos tempranito a Cusco, allá nos vamos a encontrar con los chicos.
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