Por Nicolás Marrassini
Creo que los cuatro ya queríamos salirnos del Cusco, salvo por tito al que no le había preguntado de su preferencia.
Con mi último calzoncillo puesto, que ya llevaba dos días ahí y con todos los demás en la bolsa negra que a cada ratito tomaba más fragancia a tribuna, me sentía un poco cansado de la lluvia y la humedad constante. Como buen grupo que somos compartíamos buenos mates y también éste pegajoso sentimiento climatológico, exceptuando a tito al que no le había preguntado tampoco sobre ésto. Fue entonces cuando un hecho desafortunado marcó un quiebre: la ruptura de la bombilla. Nos Fuimos.
Creo que los cuatro ya queríamos salirnos del Cusco, salvo por tito al que no le había preguntado de su preferencia.
Con mi último calzoncillo puesto, que ya llevaba dos días ahí y con todos los demás en la bolsa negra que a cada ratito tomaba más fragancia a tribuna, me sentía un poco cansado de la lluvia y la humedad constante. Como buen grupo que somos compartíamos buenos mates y también éste pegajoso sentimiento climatológico, exceptuando a tito al que no le había preguntado tampoco sobre ésto. Fue entonces cuando un hecho desafortunado marcó un quiebre: la ruptura de la bombilla. Nos Fuimos.
Lima nos alojó una noche que bastó para darnos cuenta de que no era el lugar que estábamos buscando. De todos modos la capital peruana nos ofreció un baño, aunque el calzoncillo se seguía repitiendo por tercer día consecutivo. Pese al quiebre producido, el grupo parecía superar satisfactoriamente el asunto de la bombilla y se logró llegar a una rápida y unánime decisión de partir hacia Trujillo -sin embargo, como todos sabemos, las decisiones tomadas con café con leche mediante no se comparan a las de una buena mateada en donde todos participan de la ronda-. Lo aclaro por que el Bocha no demostraba conformidad absoluta con el destino próximo. Nos fuimos igual.
Desembarcamos en Trujillo y en cuanto pudimos nos escapamos para la ciudad balnearia de Huanchaco, a unos pocos kilómetros del centro trujillero. Nos dejó un taxista por unos quince soles. El grupo seguía un poco afectado, y ahora el calor se sumaba al triste recuerdo de la bombilla. Ni bien se había ausentado “ella” tratamos de reemplazarla de inmediato: primero hubo que explicar a todo peruano que nos cruzábamos qué era una bombilla; segundo, si sabía donde se podía conseguir una. Los resultados no fueron satisfactorios. Como último recurso, y ya con pocas esperanzas, se montó un concurso entre los cuatro integrantes del grupo para su fabricación y de paso podría servir de excusa para mejorar las relaciones interpersonales. La competencia iba por lejos a mi favor, decían mis compañeros que se debía a mi interés por el premio. Desmiento: sabía lo que la bombilla significaba y por eso luchaba.
A pesar del pesar del calor huanchaqueño, se podía oler una sensación rara en el aire. Ya el paisaje arenoso con mar en el fondo era una invitación a otra cosa. Creo que fue en ese momento cuando se despertó el “Tomas” que todos tenemos adentro. O por lo menos el mio se despertó.
Fuimos entonces a buscar alojamiento, sin mucho resultado, con una cerveza en la mano. El grupo mejoraba de a poquito.
Al llegar al hostal Solange, con las llaves en mano, baja el picaporte abriendo la puerta para darnos paso al “CIELO”: ocho ángeles sentados alrededor de una mesa, hablando de no sé que. Seis del país hermano y dos del nuestro. Todas tenían ojos claros y grandes y se presentaron cálidamente con sonrisas blancas, dando la bienvenida.
Entre ellos había un ángel chileno que se elevaba sobre los demás, el Bocha la calificó como un sanguche de milanesa completo, el grupo aplaudió conforme a la descripción. Pero también había siete papas fritas con ketchup que estaban para chuparse los dedos.
Estaba claramente favorecido, era mi oportunidad, con todos estos mamertos casados (que buen grupo de viaje elegí). Enseguida planificamos todo, íbamos a comprar unas cervezas para emborracharlas a la noche y después de esto yo entraba en escena, para no arruinar nada. Guido me prestaría el perfume y Tito me hacía el entre, me iba a presentar como un tipo correcto. Yo ya tenía como veinte preservativos en el bolsillo y ocho chicas para elegir. A todo ésto transcurrían las dos de la tarde aproximadamente, faltaba mucho para la noche, pero ya sentía esos nervios en la panza. Me comía la cabeza: “Un sanguche de milanesa en perú, uff”.
Ya nos habíamos instalado en los cuartos brindados por Solange, provistos de patiecito con cocina, pileta para lavar y tendedero para colgar todo. El calzoncillo que ya cumplía cuatro iba a poder ser reemplazado por uno con olor a jabón, listo para la nochecita. Además de las raras sinapsis que se producían dentro de Solange, sufría de una importante disfunción auditiva.
Muy mala idea la de Tito que se dispuso a explicarle a la señora, en un tono muy alto, que estábamos tratando de encontrar una bombilla (todavía no nos recuperábamos del
todo) para tomar mate, y qué era el mate, y qué era la bombilla. Durante el imposible acto, desde el primer piso del cielo se asoma un noveno ángel que escuchó la conversación. Su aura resplandecía incandescente, no tanto por sus atributos físicos, sino por que llevaba en su mano derecha una bombilla. Arrojándola y expresándonos suavemente que era su regalo para nosotros. Después de su aparición fugaz se retiró como flotando.
El grupo volvió a ser “El grupo”.
Con dos kilos de yerba nos dispusimos a dar comienzo a la mateada eterna, después de tanto tiempo. Y mate tras mate, ronda tras ronda, vuelve a hacerse presente Solange que con voz alta interrumpe: ¨¿A ustedes les gusta el fútbol? Porque tengo una pelota que les puedo prestar para que jueguen en la playa si quieren”. No podíamos pedir más. Entre la emoción de la ropa limpia, la cocina, la bombilla y el fútbol nos cansamos tanto que nos fuimos a dormir ni bien llegamos de la playa. La noche siguiente el grupo, en soledad, brindó por el fulbito y las mateadas. Las chicas se habían ido, una lástima. Pero que bien que la pasamos.
*Foto1 y 3: Playa de Huanchaco
*Foto2: Con Solange en su hostal
*Foto1 y 3: Playa de Huanchaco
*Foto2: Con Solange en su hostal
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