22.5.09

"La decadencia de los dragones", de William Ospina


EL PLACER QUE NO TIENE FIN

En eso, una vez más quisiera comparar a la literatura con la música. Quien escucha música para algo, no la escucha plenamente. Sólo lo hace quien la escucha por la pasión de hacerlo, porque la disfruta, porque la necesita, porque es parte de su vida escucharla. Además, como tanto se ha dicho, la música destruye el principio de que las cosas existen para ver un desenlace. Quien oiga música esperando un final, se habrá perdido la sustancia de cada instante. Porque la música es cada instante; aprender a oír música es aprender a reconciliarse con el paso del tiempo, amar lo que existe y huye, recibir lo que viene, para lo cual es necesario continuamente despedir lo que pasa. Yo diría que si bien hay muchos libros que nos dan su tesoro una vez y ya no reclaman de nosotros repetición alguna, los mejores libros son aquellos a los que siempre queremos volver, de los que no podemos decir que ya los conocemos, a los que siempre estamos conociendo.
Ese es uno de los misterios del arte, un misterio que el arte comparte con la naturaleza. Cuando alguien dice "ven, vamos a ver salir la luna llena", uno normalmente no responde "yo ya la vi salir el año anterior", uno corre a verla de nuevo como por primera vez. Y no decimos "yo ya vi el mar, ya vi las estrellas, ya vi el atardecer", volvemos a ver el mar, "que siempre recomienza", volvemos a la primera estrella como fuéramos el primer ser humano que la mira. Volver al atardecer, como decía Borges, como si el secreto intacto que arde en él por fin estuviera a punto de ser revelado. Así son el arte y la música y la literatura. Claro que es un goce ese libro que nos recomiendan, que no hemos leído y que empieza a perfilarse como una promesa. Pero tal vez los mejores libros son aquellos que, leídos muchas veces, siguen siendo una promesa para nosotros.
Foto: Pato, Carmo - Brasil.

2 comentarios:

Adriana Naranjo dijo...

agregar algo es hacer una fuga del contenido completo ya expuesto... sólo quería decir, que la música y la literatura son la compañía perfecta, del ya mismo, del ahora, un placer constante en el presente, una compañía desinteresada, que sólo se entrega para quien sabe disfutarlas...

El cubo de lectura dijo...

William Ospina, hace claridad sobre una verdad que asumimos de manera inconsciente, pero que nos toca a todos, el arte es uno solo, lo único que varia es como el artista expresa su ser contenido, eso que soporta a esos seres es la obra de arte. Tantos poetas que escriben al amor, tantos músicos, tantos otros escritores, ¡cuántos pintores! Pero coincido en que la música nos acompaña todo el tiempo, en cualquier lugar, al igual que la literatura.