15.10.09

Carta abierta

Por nadie.

A usted,
Señora compradora de woks y tacitas de café: a mí los productos me hablan.
La comprendo, y hablamos de supersticiones nomás. Le paso a explicar:
Sé que usted hace lo posible para que ellos no se levanten en armas, pero a mí, los productos me hablan señora, y necesito urgente verbalizar este universo, y sé también que a usted esto puede sonarle estrafalario, por eso le digo que la comprendo, pero creamé, soy un señor de bien, de esos que portan documentos, que hacen trámites, y que también dejan el asiento a esas pobres muchachas que aún no aprenden a cerrar las piernas ¡Claro!, es que aún no nos enseñan a vivir, pero no es cuestión de hechar culpas hacia afuera, lo que a mí me trae a esta mesa del Once, a escribir esta carta, es la repugnancia, porque a mí señora, los productos me hablan, y creamé que al ingresar a ese mausoleo me veo impregnado por una entidad abrumadora que se convierte en mi efímera alma, y a su vez, esta es registrada por un sensor "Dios abre la puerta y bienvenido", hay globos, burbujas y homicidios (A mí los productos me hablan señora ¿Cómo se lo tengo que decir?).
Lo suyo es pura superstición al creer que apropiándoselos y colocándole un código de barras al tomate va a evadir esta: mi realidad, la que mañana puede ser suya.
No sea cosa, que un día, los tigres, esas fieras de las cajas rugan, y quieran devorarla, y usted ahora, es una señora estrepitada por el mismo grito que zumba constante en mi ser, y ahora, ahora está sola, sola en medio de una multitud que se rie, sí, se rien de usted; son las caras del cartel que la conocen: ellos lo saben todo ¿Ahora me entiende?
Por usted le digo, ojalá nunca llegue ese día, porque va a sentir lo que yo hoy, caminando por una cinta de moebuis entre profilacticos y penes erectos que buscan mi boca, y al oído, otra vez, los productos que me hablan señora, y allí, allí, en la inmensidad luminosa unos soldados haciendo fila, avanzan, avanzan, están muertos, pero eyaculan cuando sus prodcutos enviados por un dios misericordioso, son recibidos por sus domesticadas, esas señoras, como usted, de rostro barroco y:
- Muchas gracias por su compra ¿Desea donar su vuelto a los niños pobres?
- Sí, sí, deseo, deseo todo, claro, esos niños, yo, los productos, tomen, tomen, aquí tienen mi alma, siempre la tuvieron.
Me pregunto señora, si esta, mi carta, tendrá algún sentido. Ya nada lo tiene para mí, porque a mí ¿Sabe? Los productos me hablan. Seguramente, usted, del otro lado, mi primer y última confidente, quizá no sepa leer, quizá no quiera entender, no conviene entender, pero creamé, yo a usted sí la entiendo, y hasta creo que soy yo quien deba contenerla ahora.
De mi mayor consideración, si usted cree en que yo existo (confío en que usted sí existe, creamos en algo aunque sea), dejemos de lado las supersticiones, a un lado la compra de woks ¡Seamos carne una vez! Anímese e invíteme una tacita de café.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un hecho simple: a lo que te opones persistirá. Si te estás oponiendo al sufrimiento, sufres más. Si te estás oponiendo a la confusión, sigues estando confuso. Si estás buscando paz, te encuentras disturbado constantemente. Si buscas claridad, estás en un desorden. Si no deseas estar enojado, vas a caminar alrededor del enojo. Si no te importa estar enojado, nunca te incomodará la cólera, porque no te aferrarás a ella. No teniendo ninguna opinión para o contra, estando abierto a lo que viene, serás libre.

Anónimo dijo...

La brujita:
- ¿Tanto le evadees a estar
endeudado, pues porque mio
ya te sientes?