29.3.09

Reflexiones del mate (por Lalo Mir)

El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse. El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien y te hace pensar cuando estás solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es: “Hola” y la segunda: “¿Unos mates?”. Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos, los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón. Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?". El otro responde: "Como tomes vos".
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie. Este es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate. Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y viceversa.
Es la sinceridad para decir: "¡Basta, cambiá la yerba!".
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente: "¿Está caliente, no?".
Es modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir “gracias”, al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.
Ahora vos sabés: un mate no es sólo un mate...

19.3.09

Colonialismo



"Comprendo también lo tierno que puede ser el sistema de libre empresa en América Latina", George Bush.

Washington, 9 de julio de 2005

17.3.09

No te salves (Mario Benedetti)


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino

y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

10.3.09

Mesa redonda (antes ver video)



Por Guido Zappacosta


- ¿Le tomaste una foto al vaso?
- ¡Sí pelotuda! ¿Y qué? Le tomé una foto al vaso. ¿Es que acaso tu mente marchitada por la telenovela no puede navegar del disparo al vaso?, ¿Será que esta y las treinta y tres novelas subsiguientes no te permiten ya crear? ¿A ver?, Dibújame al hombre bajo la lluvia, pero que llueva rojo y de abajo; quiero sentir el rasgueo de las gotas en el cielo.
¡Los voy a matar! ¡A todos! ¿Me escucharon? Siquiera uno de ustedes sabe prender este aparato, ¡Y claro!, si está encendido todo el día el muy hijo de puta. Una sola vez, solo una, un hombre púrpura tuvo valor al encontrarlo apagado. Fue el martes de la lluvia, mientras una mujer quizá llamada Rosaura pisaba una baldosa rota en Cerrito y Rivadavia, se mojaba e insultaba ¡Qué va! Aquí el hombre no supo revivir la fábrica de estereotipos y se pegó un tiro en la cien ¿Recuerdas el caso?
¡Está bien! No es la novela, es el noticioso. Símil película de terror; la sociedad del miedo obnubilada por los recortes de realidad a punzón, la cajita feliz de la ficción/intención rumbo hacia la idolatría de la policía nacional y el ejército militar; los están cogiendo parados ¿No ves?
Ven conmigo, juguemos un rato;
¿Acaso el vaso, la mesa, el pasillo, no representan una bella fotografía? Mira el vaso. ¡No seas torpe quieres!, mirar no es abrir los ojos, mirar es otra cosa, sino pregúntale al puntero de Titó de Amaicha si es que no me crees.
¡Contemplad el vaso! Ven, mirad junto a mí.
¿No te despierta la curiosidad? ¿Quiénes lo habrán utilizado?, ¿Qué habrán bebido? ¿Jugo de piña? ¿De lima?
¿Y la mesa? ¿Qué hay de la mesa? ¿No crees que esta mesa podría ser el elemento icnográfico más representativo de su fin? Mesa redonda. Sí, redonda. Mesa que une, Colombia con Argentina, Argentina con Venezuela, Venezuela con Ecuador; nunca habías visto el mapa tan pequeño, ¿Verdad? Es que esta mesa nos vincula, nos conecta y comunica ¿Quién mejor que nos conozca? Pues claro, si aquí no la usan más que para apoyar el pescado frito y el sancocho.
¿Y el pasillo?, mira el pasillo, camínalo si quieres, siéntelo. ¿Quiénes lo habrán transitado? ¿Cuántas historias no? Yo te vi pasar por ahí recién, y no fue en vano. Elegiste el sillón, elegiste a los otros, los de aquel lado. Aplastaste el culo y la mente en esa basura, y no solo eso, sino que te has tomado el atrevimiento de preguntar tan despectivamente “¿Le tomaste una foto al vaso?”
Veo resquebrajarse el vidrio, la pantalla, día a día, minuto a minuto; es que ustedes depositan aquí su vida ¿Y cómo no? Avasallan expectantes contra esto y algún día la “cajaboba” no soportará más la carga, las mentiras e ilusiones. Se sentirán indefensos y engañados ante un mundo que se les reirá en la nuca ¿No has soñado tiempo atrás que ibas desnuda a la escuela? Por cierto ¿Has sentido la musicalidad en la palabra “nuca”? Di bien fuerte “nuca” y comprenderás. ¡NUCA!. Es de aquellas palabras que al repetirlas de manera continua pierden rápidamente su significado.
Perdona, de veras, perdona es mi culpa. Es que para mí, y los míos es imposible transmitirte la belleza de esta foto. Es como si tú, quisieras enseñarme a bailar salsa, o merengue ¿Cómo lo ves? Imposible ¿No? Podrías encontrar si quisieras una “multidimensión” de planos en cada fotografía, sumergiéndote desde la realidad hacia lo infinito, y cierto que hasta puedes encontrar relieves en algunas fotos, sonidos inclusive. No me creerás si te digo que ayer en la noche tuve una conversación con una de ellas. Claro pues, las historias que aquí se escriben se te escapan; lo que a ti este motor porno, a mi el lápiz y el papel, la música y el silencio.
En mi país hablamos entre las personas, y algunos hasta nos mirarnos a los ojos; no sabes que rica experiencia, deberías probarlo. Podría contarte también, que el mate no sirve para nada, porque no es rentable y no ganamos plata con esto, aunque algunos tal vez sí. Para mí esto no es negocio, ni es para decir “a la orden, tome mate, tome Coca-Cola”. “A la orden, a la orden”, la calle es un concierto que lo parió, como dólares andando, “putas, droga, ¿Qué necesita hermano?” Si nada, hasta luego, y otra vez; “a la orden”. Así que no te sorprendas si no te pido nada cambio por un mate, o sí, pero de seguro no lo notarás. Es que aquí en la costa la vida es pura rumba, un cuadrado gigante como ese consolador con el que te masturbas full time. Imagino que sabrás la salida: del cuadrado un punto, línea y también ángulo ¿Cuántas herramientas para transformar verdad?
¿Y tú? ¿A qué aspiras?, cuéntame. Claro, ¿Cuál es tu sueño? o ¿Qué es lo que te conmueve?, o bien, ¿Qué cosas te gustaría hacer sobre el suelo de esta tierra? Perdón, suelo es condición, olvídalo. No me digas que estudiar y trabajar, ni las tetas ni el marido, ni la vida que aquí te venden. Hay algo más allá, o más acá, como quieras verlo o sentirlo, más adentro, suena cursi, pero es cierto ¿Lo ves? Hay algunas personas que esquivan el llamado, se anestesian y siguen el programa, así miles de abogados y administradores de empresas.
De eso te hablo, de aquello que no tiene nombre, ni forma, ni color, mucho menos razón; pero puedes sentirlo y suficiente ¿Qué más? Puede también, disfrazarse como la voz que te habla al oído; definir es limitar, y qué mas divertido en todo aquello que no podamos ver, mucho menos controlar. Algunos encuentran su esencia en estos caminos, desabitados por momentos, es verdad. Pero suele pasar algo mágico en el andar, y es encontrar a otros como tú, que se creen sin dirección y llenos de incertidumbres. Lo compadezco, pero más me río, no han visto aún, el salto que han pegado, ¿Y tú?, ¿Sí ves que hay un amplio terreno virgen dónde naufragar? Todo será invisible, o quizá nosotros ciegos, pero sí no habrá juicios, títulos ni…¡Espera! ¿A dónde vas?


Mariana: ¿Qué has dicho?
Carlos Elías: ¡Que ya no te amo Mariana!.
Mariana: Pero...¿Qué dices cariño? ¿Te has vuelto loco? Si estamos a una semana de nuestro casamiento.
Carlos Elías: ¡Ya has oído!
Mariana: Pero amor, dime dónde estas, dime que te iré a buscar donde quiera que estés, debes estar confundido.
Carlos Elías: Ya dije, me quedo en España, he conocido a otra mujer, así que puedes olvidarte de mí.
Mariana: Pero…………………………………..…………………………………………………………..
………………………………………………..…...………………………………………………………………………………………………………………………………….…………………………………………………………………………………………………………..……….Próxima estación: esperanza.

7.3.09

Amazon Power Trio

El Viento Va



El viento va acariciandome la piel.

Va lento va, en el bosque... lo sé.

No se pudo acampar, en el lodge hay que quedar.

Agua sube sube, los aventureros se fueron.

Pero hay caimán esta noche lo vamo' a agarrar,

no se va a escapar y a la parrilla estará...

(¿aplausos?)

Voz y letra (improvisada): El “Bocha” Sokazal.
Charango: Nícolas Jimyxini.
Cajón peruano: “Tito” Dall'Boham.

3.3.09

Trasgreción y frenesí



Por Juan Carlos Dall'Occhio

Hola, me llamo Andrés Caicedo. Soy colombiano nacido en Santiago de Cali, en la misma ciudad que me propuse morir a los 25 años, y así lo hice. Se preguntarán qué hago acá. Bueno, hoy conocí a un argentino con el que platicamos tirones y caminamos ful por mi ciudad. Me acerqué a él porque tenía ¡Que viva la música! en la mano -novela única mía que precisamente publicó una editorial argentina cuando todo aquí se llamaba Macondo- mientras tomaba mate y escuchaba Stranger Days en el Parque Versalles, por mi nortecito natal. Lo primero que le dije fue “¡Ey! Qué hay pelado, estás escuchando a Jim” y sí, era Morrison lo que sonaba. Dedicamos mucho tiempo a la música, desnudamos nuestro gusto por She's a Rainbow y reinterpretamos la letra de Moonlight Mile de los Rolling Stones. A Colombia no le gusta el rock, le conté, salvo por algún underground de Medellín y Bogotá... en mi tierra también suena, pero como sabrán -y si no se enterarán ahora- Cali es la capital de la Salsa. Las rumbas son todas para esa música y no hay mucha vacante para un rock and roll, ni para un solo de Hendrix.

El argentino me encontró parecido a Rodolfo Walsh, a quién conocí en este lugar desde donde escribo. Un gran hombre Walsh, tenemos la misma pasión por el cine y la literatura, pero yo nunca me metí así en política... siempre admiré a los marxistas cojonudos. En mi travesía académica experimenté un grupo de lectura de El Capital, pero lo abandoné a la cuarta reunión por “inconsistencia” según mi madre, pero era la droga y mis ocho películas diarias que me consumían. El argentino indagó mucho sobre mi obra, muy curioso el paisa; y para seguir con las comparaciones le conté que mi prolífero año fue en el que los Doors editaron L.A. Woman: publiqué mis primeras críticas cinematográficas en diarios; gané un concurso de cuentos en la Universidad del Valle –Berenice se llamaba-, mientras que Los dientes de Caperucita ocupó el segundo puesto en el Concurso Latinoamericano de Cuento organizado por una revista venezolana. Compartimos el gusto por el absurdo con el brodercito, ¡Ah!, gran aprobación recibí cuando se enteró que dirigí dos obras de Ionesco: Las Sillas y La Cantante Calva, le dedicamos harto tiempo a eso, “¿Que no quiere abrir la puerta?”.

Su curiosidad lo llevó a preguntarme por qué me atraganté hasta la muerte de pastillas y ácidos el día que recibí la primera edición de mi única novela -la que les dije que el pana leía en el parque-. “Lo único que yo quería era dejar un testimonio -respondí- primero a mí de mí, luego a dos o tres personas que me hayan conocido y quieran divertirse con las historias que yo cuento, aunque sean familiares míos, no importa, pero trabajar, escribir aunque sea mal, aunque lo que escriba no sirva para de nada, que si sirve para salir de este infierno (ja ja) por el que voy bajando, que sea esa la razón verdadera por la que he existido, por la que me ha tocado conocer (aunque de lejitos) a la gente que he conocido”.

El año de mi muerte, 1976 les cuento, viajé yo a Los Ángeles a vender una obra mía. No tuve éxito, es un medio muy difícil y enmarañado, y la parte que está metida en Hollywood no se anima a colaborar por miedo a la competencia. Mi nuevo amigo me contó que conoció esa ciudad el año pasado, hablamos del Cine-club que fundé con mis compañeros de aquel tiempo y se apuntó algunas ideas para hacerlo con los propios.

Llevé al pelado a recorrer algunos lugares que frecuentaba yo a su edad. Me preguntó si Cali siempre era así de gris, “y de mística”, agregué. Fuimos a la Biblioteca Departamental, que lugar paradójico. Allí nos requisaron de armas, nos pasaron detector de metales, a él le hicieron dejar su maleta y su canguro; yo aureola no tengo, creo que venció mi matrícula. En mi tiempo me quitaba la chaqueta y leía con mi torso esquelético desnudo; a veces me fumaba un perico. Me echaban, por supuesto, y le repetía la misma curiosidad al vigilante de turno: “Pelado, ni te imaginas a la cantidad de escritores que, testigos desde sus libros, les faltas el respeto. Si consultáramos a todos los muertos de acá a usted lo echarían y no a mí”, ellos en los libros, como yo ahora, indómitos.


Fue triste saber que ¡Que viva la música! la vendían en el supermercado, junto a una revista de farándula, caldos saborizados y toda esa vaina, pero interesante que se lo haya robado para leerlo. Mi amigo confesó que mi obra le pegó mucho. Yo no entiendo si se la fumó o se la aspiró, o qué, es que las palabras que usan los argentinos a veces me confunden. Me recordó a un colega chileno, Alberto Fuguet, que dice que soy el eslabón perdido del boom. Y el enemigo número uno de Macondo. “No sé hasta qué punto te suicidaste, o acaso fuiste asesinado por García Márquez y la cultura imperante en esos tiempos. Eras mucho menos el rockero que los colombianos quieren, y más un intelectual. Un nerd súper atormentado. Tenías desequilibrios, angustia de vivir. No estabas cómodo en la vida. Tenías problemas con mantenerte de pie. Y tenías que escribir para sobrevivir. Te mataste porque viviste demasiado”. No se equivocaba, mi cuerpo no soportaba tanta tristeza.

A los 11 años fui a una rumba por vez primera, y me tocó pasitos con una pelada de la escuela que me enloquecía -así era yo con todas las mujeres, obsesivo-. En Cali hay que saber mover las piernas, y a los 15 segundos de que sonara Amparo Arrebato de Richie Ray y Bobie Cruz, le pelada me dijo: “Ay, no puedo seguirte, eres malo” ahí supe que sería poeta y no bailarín. Algunos pueden hacer ambas cosas, poeta y bailarín, yo no.

A la tardecita nos despedimos, ya por el barrio popular sur. En verdad él se quedó dormido para despertar. Estaba muy cansado de los viajes en bus y creía que deliraba. Por eso, como agradecimiento y como testimonio ante ustedes, en la siguiente página de mi novela le dejé esto escrito: “Uno es trayectoria que erra tratando de recoger las migajas de lo que un día fueron nuestras fuerzas, dejadas por allí de la manera más vil, quién sabe dónde, o recomendadas (y nuca volver por ellas) a quién no merecía tenerlas. La música es la labor de un espíritu generoso que (con esfuerzo o no) reúne nuestras fuerzas primitivas y nos las ofrece, no para que las recobremos: para dejarnos constancia de que allí todavía andan, las pobrecitas, y que yo les hago falta. Yo soy la fragmentación. La música es cada uno de esos pedacitos que antes tuve en mí y los fui desprendiendo al azar. Yo estoy ante una cosa y pienso en miles. La música es la solución a lo que yo no enfrento, mientras pierdo el tiempo mirando otras cosas: un libro (en los que ya no puedo avanzar dos páginas), el sesgo de una falda, de una reja. La música es también, recobrando, el tiempo que yo pierdo”.